El tiempo es la magnitud física que mide la duración o separación de acontecimientos sujetos a cambio, de los sistemas sujetos a observación, esto es, el período que transcurre entre el estado del sistema cuando éste aparentaba un estado X y el instante en el que X registra una variación perceptible para un observador (o aparato de medida). Es la magnitud que permite ordenar los sucesos en secuencias, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y da lugar al principio de causalidad, uno de los axiomas del método científico.
La cronología (histórica, geológica, etc.) permite datar los momentos en los que ocurren determinados hechos (lapsos relativamente breves) o procesos (lapsos de duración mayor). En una línea de tiempo se puede representar gráficamente los momentos históricos en puntos y los procesos en segmentos.
Las formas e instrumentos para medir el tiempo son de uso muy antiguo, y todas ellas se basan en la medición del movimiento, del cambio material de un objeto a través del tiempo, que es lo que puede medirse. En un principio, se comenzaron a medir los movimientos de los astros, especialmente el movimiento aparente del Sol, dando lugar al tiempo solar aparente. El desarrollo de la astronomía hizo que, de manera paulatina, se fueran creando diversos instrumentos, tales como los relojes de sol, las clepsidras o los relojes de arena y los cronómetros. Posteriormente, la determinación de la medida del tiempo se fue perfeccionando hasta llegar al reloj atómico.
No siempre ha sido así. Durante miles de años, el esfuerzo por medir el tiempo y crear un calendario factible ha sido una de las grandes luchas de la humanidad, un enigma para los astrónomos, matemáticos, sacerdotes, reyes y todos los que han necesitado contar los días que faltan para la siguiente cosecha, calcular cuándo hay que pagar los impuestos, o determinar el momento exacto de realizar un sacrificio para calmar a un Dios colérico.
El desarrollo de la civilización motivó la adopción de unidades regulares para medir el tiempo. El calendario es el sistema que se utiliza para marcar el tiempo en años, meses, semanas y días, la palabra calendario deriva del latín “calendarium”, con esa designación los romanos se referían a los libros de contabilidad. Calendarium viene de Kalendae, era el primer día del mes lunar, cuando se tenía que pagar las cuentas.
La palabra almanaque proviene del árabe (al-manakh, ciclo anual), los primeros almanaques eran unos calendarios que servían para documentar fechas de fiestas religiosas. En árabe “al-manakh” significa parada en un viaje.
CONCEPTO DEL TIEMPO EN LAS DIFERENTES CULTURAS
Egipto, cuatro milenios antes de Cristo se conocía el año solar de 365 días, con 12 meses de 30 días y 5 complementarios. El inicio del año estaba determinado por la primera aparición en el amanecer de la estrella Sirius, este acontecimiento coincidía ordinariamente con la crecida del río Nilo.
Babilonia, 500 años a de C. el astrónomo Naburiano, calculó la duración de un año en trescientos sesenta y cinco días, seis horas y quince minutos. De Babilonia hemos heredado la semana de siete días, la hora de sesenta minutos, y el minuto de sesenta segundos, desde luego tenían formas ingeniosas para realizar esos cálculos, convirtiendo la sombra de las estacas en grados, minutos y segundos de ángulo, también utilizando Clepsidras o relojes de agua, datan de la antigüedad egipcia y se usaban especialmente durante la noche, cuando los relojes de sombra no servían. Las primeras clepsidras consistieron en una vasija de barro que contenía agua hasta cierta medida, con un orificio en la base de un tamaño suficiente como para asegurar la salida del líquido a una velocidad determinada y, por lo tanto, en un tiempo fijo.
Los griegos, establecieron en el año 776 a. de C. un calendario luni-solar que contaba con 12 meses de 29 y 30 días alternativamente. El filósofo griego Heráclito, afirmaba que toda la existencia constituye un flujo en movimiento: " No puedes bañarte dos veces en el mismo río, pues las aguas que fluyen sobre ti son siempre nuevas". El tiempo es representado como un río, donde todo se halla sometido a un proceso de cambio en el instante en que es percibido.
En Roma el año luni-solar, constaba de 10 meses lunares, los meses estaban dedicados a sus dioses: Enero, procede de Jano, el dios romano. Su símbolo era una cabeza de dos caras, mirando al Este y al Oeste (por donde sale y se pone el sol). Febrero, nace del latín februa. Refiere a los Festivales de la Purificación. Era el mes en el que los psicólogos romanos se tomaban vacaciones. Marzo, nombrado así en honor a Marte, Dios de la guerra. Abril, probablemente derive de aperire (abrir), ya que es la estación en la que empiezan a abrirse las flores. Mayo, debe su nombre a Maia, la diosa romana de la primavera y los cultivos. Las celebraciones en honor a Flora, la diosa romana de las flores, alcanzaba su punto culminante el primero de mayo. Junio, puede derivar de Juno, la diosa del matrimonio, o del nombre de un clan romano, Junius. Otros creen que nace de juniores (jóvenes) en oposición a maiores (mayores, por mayo). Julio, era el quinto mes del calendario romano primitivo, por lo que se llamaba quintilis. En el año 44 a. C., luego del asesinato de Julio César, se lo llama Julio porque ese había sido el mes de su nacimiento. Agosto, se llama así en homenaje al primero de los emperadores romanos: Cayo Julio César Octavio Augusto. Septiembre, era el séptimo mes del calendario antiguo, por lo que se tomó su nombre de septem, siete. Octubre, durante los ocho años del emperador Riveritum se lo llamaba ¡ octo!, que significa ocho. Noviembre, fue el noveno mes, en latín novem. Diciembre, es el mes más festivo del calendario gregoriano.
En la infancia, teníamos la nítida impresión de que, el tiempo, realmente, pasaba más despacio. Transcurría una eternidad hasta que el período de vacaciones llegara; la Navidad, siempre ansiosamente aguardada, era un evento que se repetía muy raramente; nuestro cumpleaños, entonces, más parecía un golpe de suerte cuando al fin surgía.
A medida que crecemos la historia se invierte. Parece que el tiempo se acelera . Apenas repetimos nuestras inmutables resoluciones definitivas de año nuevo y las semanas y los meses ya comienzan su desenfrenada carrera. Cuando nos damos cuenta, ya estamos a punto de terminar el primer semestre, y rápidamente nos sorprenden los primeros acordes navideños. Y a pesar de ese cambio de percepción, sabemos que las interminables horas de la infancia contienen los mismos fugaces 60 minutos de la fase adulta. ¿Cómo se explica eso?
Se explica por la vivencia. Es la vivencia del ser humano que cambia a partir de cierta edad, y no el tiempo. El tiempo no cambia. El movimiento de las agujas del reloj apenas registra, numéricamente, nuestro pasaje en el tiempo. El tiempo no pasa, nosotros somos los que pasamos dentro de él.
El profesorado vive otro tiempo:
las capacidades y motivaciones de los alumnos, lo que significa que en un mismo
tiempo distinto alumnos obtendrán distintos resultados, así como que un mismo
resultado sólo podrá obtenerse con distintos tiempos. Intervienen, por supuesto, otras
variables (por ejemplo, la profesionalidad del docente, que hace que una hora de clase
no sea igual a otra), pero no necesitamos ocuparnos aquí de ellas: simplemente,
permaneciendo constantes las demás variables, el tiempo cuenta.
El tiempo del profesor es que su trabajo se
refiere al trabajo del aula o la creciente exigencia de que añada parte de su tiempo fuera
del aula, son ejemplos de temas de debate importantes.
De todo esto deducimos que la apreciacion del alumno y del profesor es diferente; para el alumno el tiempo en clase es muy extenso, parece interminable, mientras que para el profesorado es justamente lo contrario, el profesorado precisa de mas tiempo, el periodo de clase suele quedarse corto para su intervencion pedagogica.
Muy bien. Lo vemos en clase.
ResponderEliminar